Irán: Yazd, Isfahan, Teherán






Yazd, 20 de octubre


Estoy muy cansado, hoy dormité montones de veces entre cortos periodos de lectura. El paisaje pasaba monótono y aburrido, en el autobús hacía un calor del carajo. Luego, al sacar los billetes para el día siguiente, nos encontramos con unos pocos jilipollas, el hotel era muy caro. Acumulación de cansancios, sólo se salvan un par de fotografías de dos colegiales frente a un arco de adobe muy bonito.

Isfahan, 22 de octubre



APUNTES A TRAVES DE IRÁN. Yadz.

DE COMO RECUPERARSE DE LAS FATIGAS DEL CAMINO. De hecho todo está ahí, debería estarlo; debemos tener la fuerza y paciencia suficiente como para curar nuestro cansancio y convocar esa parte del todo que fluye bajo la arena del desierto. Así, repostar en la fe de los hombres visionarios que saben transformar las imágenes simples en esplendoroso rugir de agua, en suave quietud de espíritu, en gloriosas intuiciones que nos elevan sobre el suelo plano de nuestra vida común. Ayer era reacción biológica, reacción en el cansancio, debilidad. Hacerse fuertes, me digo, controlar con mano de hierro los actos esenciales, pero dejando que se escurra un hilo de poesía entre los engranajes de la razón. Las imágenes del desierto -sed, arena, caminar reiterativo, cansancio, sol, las líneas doradas de las dunas, las estrellas, la luz desfalleciente de la tarde, el eco apagado de la oración del muecín- despiertan el hado dormido de la razón de todas las cosas y lo visten de amanecer y luz de luna; así ataviado baila en el medio de la mañana, danza en la arena del fuego zoroástrico de los parsis, en la llama inextinguible de Moisés en el Sinaí, en la vida renovada día a día, en el altar de los cuerpos. Y también todo se hace misterio y noche triste del alma, aquelarre goyesco, revoltijo, incesto, tierra de nadie en una película de Tartkovsky de la que no recuerdo el titulo, corazón de las tinieblas. Plenitud al cabo, razón de ser.
El desierto pasa frente a nosotros monótono y cansino. De vez en cuando aparecen montañas peladas impracticables, la carretera corre como una vena negra y recta por mitad de esta desolación domesticada; un par de minaretes, casas de adobe crudo: es todo. El sueño de la noche obra milagros (¡es tan poderoso a veces el cansancio!) Día a día renovamos fuerza, tengo miedo de perder en este viaje la virginidad de las percepciones de lo simple, que me hastíe la arena, el tren o ese sol que esperábamos anhelantes el otro día tras una colina de la ciudad de Persépolis a las puertas del amanecer. Miedo de que la poesía se convierta en barro. Miedo a estar tan cansado, tan cansado, que no sepa distinguir las miradas y los gestos, que no sepa encontrar el pezón que me alimenta; que no sepa encontrar ese templo donde cada mañana rezo. Pero descubro que hay que dar tiempo al cansancio, ser paciente y tolerante con él, soportar, aguantarlo, como una larguísima ascensión en la niebla que se viera de vez en cuando recompensada por la aparición maravillosa de un paisaje inesperado.


Mi cansancio de esta mañana es así. Leía distraído en el autobús The Road to Makkan y de pronto se rasgo la niebla (bitter like death and hot like love), tuve la percepción precisa de una noche en el desierto, surgía al final del sol y la sed, junto a un fuego ritual se charlaba interminablemente y se tomaba café, café como gustan los beduinos, amargo como la muerte y caliente como el amor. Ayer dormité casi todo el viaje acunado por el calor y el ronroneo del autobús, hoy descubrí esa taza de café y me animé al calor de la conversación que me traía Muhammad Asad (el autor, un austríaco convertido al Islam) como a pedir de boca en este paisaje sin horizonte. Y aquí estoy tratando de echarle el pulso al cansancio y a una evidente saturación de camino que viene de cuatro meses de rodar por las carreteras de muchos países. Me pongo de puntillas para alzarme sobre el plano tierra de la realidad de todos los días, trato de inyectar nueva fuerza y nueva poesía a ese viaje a ninguna parte que esta casi casi a punto de concluir. ¿Concluir? Paginas más adelante, el autobús sigue ronroneando a través del desierto, el autor tiene una intuición, recuerda las palabras de un viejo nómada kurdo: "If waters stands motionless in a pool it grows stale and muddy, but when it moves and flows it becomes clear; so, too, man in his wanderings". Eppur, you mast go on.


Kashan, 23 de octubre


Tarde de barro y paja en el pueblo de Abyaneh; el otoño estaba ya anclado en el valle. pienso en Irlanda, quizás en los montes Alborz y en la costa del mar Caspio; recoger un poco de otoño aquí y allá, es como ir coleccionando imágenes posibles, hoy eran las siluetas de los montes recortadas en planos sucesivos con unos primeros motivos de hierbas amarillas que recordaban la paja brava de Bolivia y del desierto de Atacama, la carretera subiendo y bajando como un tobogán, aplastada, junto a los postes de la luz, en el zoom de trescientos.


Teherán, 25 de octubre


Hay dos modos diferentes de percibir la realidad, el más grueso pertenece a la evidente ramplonería de los estímulos corrientes; la manera en que nos acercamos a ellos, cómo los vemos, todo tiene nombre, todo el mundo conoce los diversos usos de los objetos e ideas con las que tropezamos. La parte menos abultada suele tener, sin embargo, connotaciones de más difícil interpretación para los que nos escuchan; las palabras rodean, se acercan a su objeto iluminadas, convencidas, pero vacilantes; tienen la gracia de la intuición, de lo que no se ve a simple vista pero que se adivina bajo la estéril capa de una máscara de acero. Es casi siempre una revelación este acercamiento, miramos frente a nosotros, entonces, como quien tuviera un sexto sentido que le permitiera ver no sólo la cosa en sí, sino también, y al mismo tiempo, el sentido de la cosa, su proyección estética, su fealdad inconsciente, su belleza, su lugar en la armonía del universo.
Cuando en el mirar subyace la presencia del universo y del tiempo, ambos en una dimensión inconmensurable, como fondo de aquellas imágenes que recogen nuestra retina; o mejor que como fondo, inmersa la cosa misma en el universo y el tiempo como el agua dentro del agua (que dice Bataille), entonces, y sólo entonces, que es como ver y sentir con todo el cuerpo y el alma al completo, es cuando surge la música, nuestra percepción se transforma y podemos nadar a partir de ese momento en la clara confusión de las aguas de una realidad ahora dispuesta a revelársenos bajo la condición de no ser arrasada por razonamientos espúreos y sistematizadores.
Como siempre son los poetas, los místicos, los artistas, los que nos muestran el camino. Nosotros, conversos sin dios, sabedores de que bajo la plana realidad subyace la complejidad y la armonía, el suave placer de estar vivo y contemplar el universo, debemos encontrar nuestra Meca, debemos recorrer los miles de caminos que el agua, que lava y nutre la tierra, descubre en su largo peregrinar por ella.


TEHERÁN, CAMINO DE IRLANDA Y DE CASA. Ya estamos en la lanzadera que nos llevará a Irlanda. Una semana esperando la vuelta. Hoy descanso, mañana papeles, Internet, quizás algún museo. Los días restantes alguna excursión por la costa del mar Caspio y los montes Alborz. Los rezos de esta mañana fueron de una extraordinaria suavidad; el calor del autobús era adormecedor; el hotel tirado de precio con una buena luz a la calle, en pleno centro, junto al bazar. Parece como si las palabras para describir las cosas se hubieran acabado ya. Describir todos los días paisajes similares no es muy grato, acaso el viaje en taxi de ayer. Joder ayer, a veces se comprimen tantas cosas en el mismo día que cuando te acuestas por la noche parece increíble que por la mañana hubieras estado en aquel sitio de donde partiste.
Éste no es país exótico como India y Pakistán, el desierto está lleno de autopistas, el paisaje, aunque agreste a veces, desfila altamente domesticado ante nosotros, la belleza de los montes de esta mañana con sus estratos erosionados en una bonita gama de amarillos tostados quedaba un tanto desvaída allá tras los hierros protectores de la autopista. Otra cosa fue el paisaje de ayer, la carretera bailando, subiendo y bajando por las arrugas del terreno, un desierto que cuando se subía por los valles se hacía verde y se coloreaba con los matices que rodean al río Riaza de hace unos cuantos años, un otoño en el que el cielo estaba lleno de buitres y al río, encajonado sobre escarpadas laderas, le crecían álamos dorados y chopos amarillos que asomaban el flequillo por el borde del llano. Otoño segoviano, el de las hoces del Duratón también, éste de los alrededores de Abyaneh. También había lindos rincones, barro y paja al calor del final de la tarde, borriquillos blancos sobre el oscuro norte de las calles ya adormiladas, composiciones armoniosas del adobe enfoscado, portalones de arco apuntado, sabor a pueblo abandonado a donde llegan los turistas para echar unas fotos y tomarse unas Parsi-Colas.
Cuando el sol cayó en el horizonte nos volvimos al taxi. Abajo en la llanura se veía el perfil de la sombra de los montes de donde bajábamos, como un embozo oscuro iba apagando a su paso la luz clara que pastaba perezosa en la inmensidad de un llano salpicado de ralos y polvorientos matojos. Hoy desde las ventanas del hotel podemos recoger también un poco de la tarde que se va. Al oeste descienden unas montañas que se descuelgan de la cadena de los Alborz; sobre ellas está también prendida la luz de ayer con el cielo siempre plano de este país en el que parecen no existir las nubes. Hace tiempo que nuestros paraguas y chubasqueros fueron a parar en el fondo del morral (... guarda tus penas en el fondo del morral... trato de encontrar la música sin éxito. En fin...)
Después de nuestro cansancio de días pasados, pesados que nos pusimos con él, logramos por fin exorcizarlo; y de un par de días a la fecha logramos volver a ser tan jóvenes como siempre lo hemos sido. Ahora respiramos el don de caminar y mirar sin prisas. Rezamos por las mañanas, nos subimos a los autobuses, leemos, comemos, escribimos y paseamos... y el tiempo pasa dulce... y además me enganché al The road to Makkan que me pasea a placer en dromedario por el desierto y me deja el gusto del agua fresca y los dátiles en el paladar... y escuchamos el follón de la calle y el canto del muecín.

Teherán, 26 de octubre


El largo camino a la Meca. Casi termino ya el libro. Escribí una carta a Mario partiendo de una posible interpretación de su último mensaje; nuestra meta circular son ellos, es nuestra casa. Hemos viajado durante cuatro meses para llegar a lo que era nuestro verdadero destino, los hijos.
Llovizna en Teherán, esperamos la fecha de nuestro regreso. Hoy nos recluimos en el hotel. Este viaje a la Meca adquiere significados particulares, el agua se enfanga si se queda quieta, debe fluir y moverse para volverse clara. Pero es tiempo de parar un rato y ver acercarse el invierno desde el interior de nuestra casa.
Si el tiempo se estanca en esta atmósfera de agua y niebla me temo que la semana se nos va a hacer larga. De aquí sólo nos quedan las montañas del norte y una costa que amenaza con estar llena de hormigón. Ya estamos casi fuera del viaje, de lo que era el viaje hasta ahora; y en este país vimos ya suficientes mezquitas como para parar un tren.



Teherán, 27 de octubre

Hoy salió el sol, le costó pero al fin salió, se metió en la habitación y me encontró remoloneando a las 11 de la mañana. Esto si que es cambiar de modus vivendi, ganduleo a tope: nada que hacer (recoger quizás la vigésima extensión del visado, pero eso puede esperar). Aquí llego el invierno y es agradable retozar entre las sabanas bajo este sol mañanero. Nada que hacer, bendita cosa, incluso el desayuno, té y plumcake, viene solito a la cama de la mano de esta chica con la que viajo. Mi chica, aunque le duele la pierna, está contenta, debe de ser porque el regreso está ahí a la vuelta de la esquina. Aquí, un servidor, también está bien, gracias. Ayer nos fuimos a pasear por el bazar. El bazar de Teherán es como una pequeña ciudad, ramificado cual tela de araña de dos o tres pisos alrededor de una mezquita. La ciudad no es gran cosa, una de esas moles modernas, que si se diferencia de otras es por la grisura de los atuendos femeninos. Al norte de la ciudad se yerguen montañas altas y desoladas mas bien toscas. En fin, que volvimos a repasar la guía en busca de algún rincón por donde darnos una vuelta y entre el tiempo que hace y lo bien que nos ha pillado este remoloneo último parece como que definitivamente de aquí no fuéramos directamente al aeropuerto. En la ciudad hay unas pocas cosas para compaginar con los paseos y las lecturas: unos pocos museos, incluido uno pequeño de fotografía y algo de arte contemporáneo. Es una ciudad triste, la música parece no existir, a las 8 de la tarde las calles están silenciosas, los cines brillan por su ausencia.

Teherán, 28 de octubre


Mario: Oigo la cinta que regaló Mosteza, nuestro taxista de Persépolis, a Berta el día de nuestra excursión, miro la simplicidad de nuestra habitación de hotel barato. El día levantó gris, las montañas al fondo están cubiertas y por un agujero de la ventana entra un ligero fresco que nos obliga a ponernos el jersey. Esta mañana, en la cama, me acordé de la última de tus cartas. Me pareció especialmente oscura, o difícil si prefieres. Me gustan esas cartas, me obligan a un esfuerzo de aproximación a ideas que merecen el lujo de la oscuridad de las palabras y los conceptos (supuesto que la oscuridad no sea pereza por el esfuerzo de la precisión sino condición sine qua non el hado de la intuición quedaría relegado como parado sin trabajo). Ya te dije en una ocasión que lo que resta poco después de la lectura de textos similares son más bien sensaciones, intuiciones, certezas que desde luego no tienen tras de sí una secuencia de premisas elaboradas. En este punto estamos, sensaciones. Comentamos con alguna frecuencia al hilo de vuestro crecimiento (me atrevería también a extender lo dicho a la primera persona del plural) y no hablo de edad ni de madurez en general, sino de cómo nos integramos poco a poco en la corriente de la vida, cómo Lucía extraña una cama tan grande y cae en la falta de un calor cercano habitual hasta hace unos días, cómo tú partes tu corazón en Calcuta entre unos viejos y una princesa, cómo las sensaciones del retorno se mezclan con el desfilar ante la ventanilla del tren del campo que amanece, cómo, en fin, Guille, se enamora también, cómo no, o lustra su sensibilidad en las fuentes del barroco. A través de esas sensaciones vamos conociendo e impregnándonos de lo que es la pura vida de cada uno. Como dice la Gorda en una dedicatoria: "El Sr. Pessoa y yo tuvimos un encuentro bonito" hace un momento: "Para el rústico cuyo campo lo es todo, ese campo es un imperio. Para el Cesar cuyo imperio le parece todavía poco, ese imperio es un campo. El pobre posee un imperio; el grande posee un campo. En verdad, no poseemos mas que nuestras propias sensaciones"; en ellas, pues, que no en lo que ellas ven, tenemos que fundamentar la realidad de nuestra vida. Besos.


Guille: La capacidad de Pessoa para desdoblarse en varios puñados de heterónimos y vivirlos todos desde la complejidad de unos yos autónomos me admira. Abandonar por temporadas un yo al que ya tienes muy visto para vestirte de otro; Borges encontrándose casualmente con Borges en una calle de Buenos Aires "a este señor creo que yo le conozco", se rasca la cabeza, piensa, pero solo es esa impresión de creer conocer a alguien con quien nos cruzamos. Y si la capacidad llega a la de Balzac... crear entonces una ciudad entera; ni los dioses pueden más. Dice Pessoa que "ciertos personajes de novela adquieren para nosotros un relieve que nunca podrían conseguir quienes son nuestros conocidos y amigos, quienes hablan con nosotros y nos oyen, en la vida visible y real." Y así las cosas todavía remacha más el clavo y en otro lugar agrega cuestiones de procedimiento: "Sólo la debilidad extrema de la imaginación justifica que haya que desplazarse para sentir". Y ya la hemos jodido, y así voy a parar a explicaciones parciales, ¿qué es lo que diferencia a ese nómada kurdo que citaba el otro día (el agua para no enlodarse y hacerse clara necesita el fluir del movimiento) del sedentario sin remedio que es Pessoa? ¿Es el movimiento consecuencia de la debilidad de la imaginación? Cuando estaba sentado en casa, allá por mayo o junio, pensaba que no iba a ser capaz de estudiar y escribir hasta que no me encontrara atravesando Siberia. Hoy, después de bastantes trenes pienso que no voy a ser capaz de desarrollar determinados temas hasta que no llegue a casa. ¿Tú cómo te las apañas para cambiar de residencia y país y conseguir que tu música siga siendo tu música, tu cine tu cine, lo que cuentas, el desarrollo y prolongación de tu vida cotidiana? Comparo la longitud de nuestras excursiones con tus estadías veraniegas en Madrid-Cork. En estos días ensayamos una salida viable en esta encrucijada: hemos parado definitivamente de movernos, durante una larga temporada atenderemos las bagatelas de Pessoa, miraremos el perfil de las nubes y procuraremos abonar la imaginación sin necesidad de andar siempre con la pulga Benito en el cuerpo. Nos vemos pronto, besos.
P.D. No, no quiero engañarme, la magia de las palabras y las construcciones mentales tienen con frecuencia la capacidad, como los sueños, de revestir de veracidad a sus proposiciones. Ahora bien, como incluso la verdad no es una piedra en reposo, se podría decir que su utilidad, la de las palabras, estará en función de su capacidad de vibrar en nuestro interior, porque tanto en forma de sueño como en esa otra de "realidad" reconocida, lo que en definitiva marca la relación de las palabras con nosotros es su capacidad de generar sentimientos independientemente de que las distintas realidades hayan sido previamente sancionadas o no por alguna iglesia reconocida. Con lo que las cosas vuelven al lugar que estaban al principio; y si hoy algo es blanco, eso no va a impedir que mañana sea negro.


Teherán, 30 de octubre


De golpe, el suelo que pisamos, que tan claro y seguro parecía momentos antes, ya no está, desapareció, estamos en el comienzo del ámbito de las tinieblas. Las piezas del puzzle se desencajaron y al calor adormecedor de la conciencia de aquel mundo que estábamos construyendo con calor y esmero, nos sube hoy como olor rancio de realidad pervertida.
Y temblamos de temor, un hilo de ansiedad aúlla desconocido e innombrable en esta noche oscura de bosque silencioso. Y sigue el deseo del sueño, de la huida: acurrucarse en la suave luz de la tarde y dormir. Dormir, descansar, olvidar, huir, dormir.
¿Cómo se va a decir todo lo que uno piensa si ni siquiera tiene forma ni tamaño, y los caminos para comenzar a hablar son accidentados y engañosos, de aspecto poco tranquilizador?

La debilidad de escribir y escribir. Ahora que anda Pessoa por aquí, por encima de la cama: El libro del desasosiego. ¡Qué capacidad para mirar dentro y expresar! ¡Qué capacidad para mirar las cosas, repasarlas, darles nombre, y si se presta, razón de vida, significación...! Y de ahí a extrapolar y crear una filosofía de la vida va un paso. Y el paso lo da muchas veces; y resplandece sobre sus líneas, sus sensaciones, sensaciones que son él; uno parece adivinar, después de repasar sucesivamente los subrayados que hice al libro el pasado año, una metafísica del ser basado en eso que tenemos en primer lugar como demostración de nuestra existencia y de su relación con el mundo y la naturaleza: las sensaciones. Una de las pocas cosas en las que realmente podemos tener certeza de ser con nosotros y ellas una misma cosa. El mundo exterior deposita a través de los sentidos un caudal en nosotros, el caudal se expande de muy diversas maneras: el resultado son las sensaciones, mi forma de sentir mi vida.
Debería prestar más atención a este relevante personaje que llega a confundirse conmigo mismo. Mis sensaciones son la forma en que se manifiesta mi yo (no son yo, pero casi), y especialmente la manera en que se manifiesta en mi tú a tú conmigo mismo; y no sólo se manifiesta sino que ese ser así, y no de otro modo, las sensaciones, constituyen mi yo más cercano. Mi ser abstracto, el que piensa, para hacerse de carne y notar su existencia sobre el mundo, encima de esta cama sobre la que escribo, necesita referirse a mis sensaciones. Todas mis percepciones son sensaciones en primer término, son los conductos de mis sentidos, y sensaciones en el último, es decir el resultado de lo que me viene de fuera y se mezcla con mi yo, lo roza, lo toca, hace cabriolas frente a él. Nuestro ser y nuestra circunstancia, nuestra historia, nuestra orientación en este complejo de la vida, deglute o baila con lo que le sirven los sentidos.
Lo que me quita la sed y el deseo irreprimible de beber es el agua. Agua y sensación de bienestar están reunidos de alguna manera; igual que pueden estar unidas desesperación y carencia de agua. ¿Qué elementos son los que aglutinan con más fuerza esas sensaciones con las que vivimos y crecemos?

Teherán, 31 de octubre


Guille: Mañana por la tarde estaremos en una isla del Golfo Pérsico, se acabaron los desiertos, el cielo plano; pasado mañana serán cielos preñados de nubes y agua; la tierra habrá girado un poquitito sobre los verdes neblinosos de la patria de Joyce. Esperamos que quede algo del Ulises y de Molly en algún rincón de Dublín. No sé si estoy fuera de la realidad pero imagino, yo también, las calles empedradas, ahora en Dublín. También imagino, un monográfico de blanco y negro de determinadas partes de la ciudad. Coleccioné durante el viaje ya varios blanco y negro de cinco o seis ciudades de Asia, Dublín podría representar a Europa, se me antoja que podría ser objeto de un pequeño proyecto fotográfico, aunque me costara el madrugón de ver amanecer o soportar la lluvia con la cámara bajo el paraguas. El otro día nos preguntabas por nuestros proyectos, ya tenemos uno, buscarle a la ciudad la cara en nuestras películas TMAX 400. Mamá apunta un poco más alto que yo, pero de mí puedo decirte que hace ya bastante que lo que me interesa de los sitios que visitamos es descubrir sus posibilidades fotográficas. Para visitar un museo rezongo, pero para acechar una buena fotografía soy capaz de quedarme sin dormir una noche. En este sentido tengo muchas esperanzas sobre Irlanda, algo bien diferente de lo que hemos visitado en los últimos tiempos. Oigo tus entusiasmos en los conciertos de jazz y los traduzco a mi propio leit motiv. Existen muy buenos fotógrafos de b. y n. en el mundo del jazz (es casi imposible imaginarlo en color), grano grueso, fuerte contraste, ambientes noctámbulos, el perfil distorsionado de Chick Corea, por ejemplo, perdiéndose en la noche americana, los sudores vibrantes de Ella Fitgerald, los brillos del saxo, los ojos desorbitados de Amstrong, anchos y oscuros como el túnel de su trompeta. Quizás podrías armarte de fuerza para fotografiar alguna vez estos temas, es cosa de forzar la película hasta 2000 o 3000 ASA, un grano grueso como puños y un contraste duro y correoso como la voz de Amstrong (ya llegarán tiempos en que mi repertorio aumente, está en la agenda, y si mal no recuerdo en la mesa del cuarto de estar debe de andar todavía el libro que me regalasteis en Reyes. De todos modos la vida no da para todo... y si ahora por ejemplo me pongo otra vez a leer el Ulises por fuerza voy a tener que dejar otras cosas. Elegir, ya se sabe, significa desechar otras opciones). Nos vemos pasado mañana. 








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